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Sema D’Acosta, "Expectativa y memoria, España-Marruecos / XX-XXI", en Real Alcázar de Sevilla.

Lugar: Sala del Apeadero del Real Alcázar de Sevilla, Patio de Banderas, s/n 41004 Sevilla

Fechas: del 29 de mayo al 20 de julio de 2015

Organiza: Fundación Ankaria en colaboración con Iberdrola

Autores seleccionados:

José Ortiz Echagüe (Guadalajara, 1886-Madrid, 1980)

Bartolomé Ros (Cartagena, 1906-Madrid, 1974)

Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1953)

Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958)

Francis Tsang (Londres, 1966)

Lucas Gómez (San Sebastián, 1972)

Manolo Espaliú (Sevilla, 1970)

Carla Andrade (Vigo, 1983)

Bruno Barbey (Marrakech, 1941)

Omar Mahfoudi (Tánger, 1981)

Leila Alaoui (París, 1982)

Yasmine Taferssiti (Tánger, 1988)

El proyecto expositivo ‘Expectativa y memoria’ propone una reflexión general sobre España y Marruecos -dos lugares concomitantes pero al mismo tiempo extrañamente desconocidos-, a través de una selección de trabajos visuales que revisan de modo detenido las relaciones e intercambios que han mantenido ambos países desde principios del siglo XX hasta hoy en el norte de África. No se trata de una simple recopilación de imágenes de diferentes épocas, sino más bien de establecer, a partir de situaciones representativas de la vida diaria, una aproximación sosegada a una sociedad contigua optando por una mirada global que incide, sobre todo, en aspectos cotidianos que habitualmente pasan desapercibidos.

Paradójicamente, la frontera que significa el Estrecho de Gibraltar simboliza un límite entre dos continentes opuestos cuya intersección comparte infinidad de elementos comunes, un eslabón poco reconocido entre dos culturas afines que deben acercarse entre sí para potenciar sinergias. Es precisamente en el terreno de la expresión contemporánea, poco inclinado a reforzar estos lazos y ajeno a muchas de esas conexiones naturales, donde se hace especialmente necesario revisar desde un punto de vista positivo las relaciones hispano-marroquíes, una circunstancia condicionada en exceso por la particularidad de un entorno internacional marcado por el desentendimiento entre occidente y el mundo islámico.

En este esfuerzo de aproximación, la Fundación Ankaria pretende crear una red de comunicación y aprendizaje para estimular la reciprocidad entre ambas sociedades. Para ello, ha concebido una ambiciosa muestra que toma como punto de partida las fotografías de época de José Ortiz Echagüe (Guadalajara, 1886 - Madrid, 1980) y Bartolomé Ros (Cartagena, 1906 - Madrid, 1974), dos autores fundamentales para aproximarnos a la memoria del norte de África durante la primera mitad del siglo pasado. En esta selección se ha procurado que la mirada a ese tiempo fuese equilibrada, estableciendo equivalencias que acentúen los rasgos humanos y den protagonismo a las personas, evitando el sesgo colonialista inherente a muchas escenas de ese momento, más pendiente en algunos casos del costumbrismo que del pulso inadvertido de la realidad. Al mismo tiempo, y esa es la gran novedad de este proyecto, se procura una concordancia y avenencia de esos instantes históricos con otras representaciones actuales de creadores del siglo XXI, un encuentro a través del tiempo que nos permite no sólo recapacitar sobre el pasado y el futuro, sino también sobre cómo se construye la identidad de un territorio a través de su imagen.

La elección de estos dos momentos para contextualizar la exposición, por un lado principios del siglo XX y por otro la actualidad, es de suma importancia. En 1912 se firma el acuerdo para la creación del Protectorado español de Marruecos, una conjunción que unirá ambos destinos por más de cuatro décadas. Desde los años 90, el aumento de los flujos migratorios ha generado un proceso inverso: una vez que nuestro país adquiere un cierto desarrollo económico, se convierte en receptor de ciudadanos marroquíes que buscan en el sur de Europa aquellas oportunidades que no encuentran en su lugar de origen. Dos coyunturas que han prodigado, por avatares distintos, un encuentro inesperado entre regiones adyacentes.

Tal como explica el islamista Juan José Sánchez Sandoval, “en estos momentos se hace necesario señalar que el debate crítico en torno a las relaciones España- Marruecos no es nuevo, y que siempre ha preocupado a los intelectuales españoles, como en el caso de José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno en el primer tercio del siglo XX. En este sentido, cabe indicar que, en la actualidad, otros intelectuales han empezado a señalar el importante papel de lo cultural en el análisis de las relaciones entre los pueblos marroquí y español, un papel crucial en la historia actual y futura.”

Hay algo común entre el norte de África y la Europa meridional que, pocas veces, se resalta. En ambas territorios el paisaje comparte infinidad de elementos semejantes, desde el peñón que ocupa el cabo Espartel, a pocos kilómetros de Tánger, hasta las sierras montañosas del Rif, más allá de Zeluan. Desde Arzila hasta Larache, en el litoral atlántico, pasando por Volúbilis en dirección a Fez si nos adentramos tierra adentro. Quizás eso sea lo primero que llama la atención del visitante español, que observa la calidez de una luz mediterránea que le sabe familiar y cercana. En lo característico de estos parajes hallamos algo nuestro que se vincula, también, a una herencia que entronca de forma inexorable con al-Andalus.

Lo que somos en la actualidad, parte de hondos valores que se perpetúan también en Marruecos. La esencia invisible de nuestra identidad pervive todavía en las azoteas, en los zócalos de casas encaladas, en sus aldabones y zaguanes. En el celo con el que preservamos la intimidad, en las celosías y los artesonados, en el placer de la charla, en el dominio de las sombras con los soles tórridos, en el amor por lo ornamental, en el uso de los azulejos y los alicatados, en los dédalos urbanísticos. En la pasión por el agua, en las acequias y en los aljibes. En el sabor ácido de los cítricos, en la dulzura de las torrijas y los pestiños, en la miel y la canela. En el aceite. En el pilar profundo y sólido que significó la mezquita de los Abderramanes. En las alcazabas de Málaga y Almería, en los detalles almohades de la Giralda. En el esplendor nazarí de la Alhambra o en la magnificencia de los palacios mudéjares que componen el Real Alcázar de Sevilla. Sin poder evitarlo, sin reparar siquiera en ello, provenimos de una misma cepa.

Hay una plegaria muy hermosa a la que acudían de modo intuitivo nuestros ancestros musulmanes de al-Andalus: Wa-sa-Allah, que significa si quisiera Dios, con el consentimiento de Dios. Hoy en día los andaluces del siglo xxi recurrimos a ella con el mismo significado, el significante ha evolucionado como la propia historia de esta región. Con la conquista cristiana la expresión se castellanizó y pasó a ser ¡Oh-Alá!, una interjección más castiza y menos poética. La afinidad sonora de la hache con la jota nos explica su forma actual: ¡Ojalá!, un ruego espontáneo muy común en cualquier conversación del sur. Inevitablemente, nuestro acervo compartido evidencia más cosas de las que somos capaces de reconocer. De hecho, observado con escrupulosa honradez… nuestro corazón es más árabe de lo que creemos.

Miguel Trillo, retrato, Casablanca, Marruecos

Miguel Trillo, Casablanca, Marruecos.

Bartolome Ros_Oratorio de Sidi Zaidi, Tetuaìn (1928)

Bartolome Ros, Oratorio de Sidi Zaidi, Tetuaín (1928)

Castro Prieto_Chefchauen (2006)

Castro Prieto, Chefchauen (2006)

Leila Alaoui_Seire Los Marroquies_2011 (1)

Liela Alaoui, Seire Los Marroquies, (2011)

Ortiz Echague_Vendedor de babuchas (1911)

Ortiz Echague, Vendedor de babuchas, (1911)