ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

Descripción de un estado físico | Schneider Colao - Elba Benítez

Descripción de un estado físico Comisariada por Pepe Suárez

Noviembre 2021 – Enero 2022

 

Bajo cierta mirada la Historia del Arte puede comprenderse como un inventario de los cuerpos por los tiempos –de la Venus de Willendorf a Modgliani–, aparentemente diversos, aunque fisionómicamente no se hayan dado cambios similares. Pocos temas, sino ninguno, han suscitado un interés semejante y aun persisten los esfuerzos de esbozar esa vivencia corporal. Pero la Historia no otorga sin beneficio y bajo el influjo de las estructuras Monarquía, Nobleza, Religión, Masculinidad, Estado, Capital y Mercado impone un suprematismo cultural sobre el cuerpo a través del arte, instaurando un modelo moralizador que dicta las pautas del imaginario corporal colectivo. Así son, todos ellos, cuerpos sometidos al poder hegemónico, que buscan ensalzar a su figurante, representados bajo el dominio de una estética imperante.

Las relaciones de poder operan sobre él (cuerpo) una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos.

Frente a esta aproximación biopolítica (cuerpo-poder), partimos desde un punto antagónicamente buscado con el poema de Antonin Artaud “Descripción de un Estado Físico”, donde la esquizofrenia –con la que el artista opera– cobra un papel tangible a nivel somático. Decimos buscado porque el esquizofrénico se impone, quizás, como la mejor representación de la alteridad y de lo abyecto pues rehúsa en su vida de la esfera social –ante el temor y la desconfianza que le genera– quedando relegado a encarnar la soledad y la disidencia más radical. ¿Quién, acaso, se acuerda de ellos?

Fragmento

Para Lacan el del psicótico es un cuerpo fragmentado, atomizado y diluido en el mundo, en el que cada órgano ejerce una función independiente al resto. Fragmento a fragmento el psicótico vive su cuerpo, sin tener consciencia de su ser completo. Desde este elemento comienza a levantarse un cuerpo a lo largo de la exposición –o que quizás pueda entenderse como uno de sus objetivos– pues nos encontramos ante una recopilación de fragmentos corporales: cabezas, órganos, torsos, extremidades... Esta práctica de esbozar al cuerpo incompleto puede leerse, quizás, como la aspiración de alcanzar una representación más universal, pues nos identificamos más ante la falta –deseo–, como nos reconocemos más frente a lo abstracto que ante lo concreto. También, así, comenzamos con la construcción de un cuerpo desde el modelo psicótico por tratarse de la fórmula más simple –aunque también más libre– de psiquismo.

Máquina

Del fragmento lacaniano –que se reconstruye ante el espejo– se engrana la máquina que Deleuze y Guattari entendían como cuerpo:

En todas partes máquinas, y no metafóricamente: máquinas de máquinas, con sus acoplamientos, sus conexiones. Una máquina-órgano empalma con una máquina fuente: una de ellas emite un flujo que la otra corta. El seno es una máquina que produce leche, y la boca, una máquina acoplada a aquella. La boca del anoréxico vacila entre una máquina de comer, una máquina anal, una máquina de hablar, una máquina de respirar (crisis de asma). De este modo, todos “bricoleurs”; cada cual sus pequeñas máquinas.

Ante una mecanización del cuerpo se deducen dos procesos de producción de la identidad corporal: el industrial –en serie– y la autoconstrucción libre. El primero conlleva una instrumentalización de los cuerpos –pues persigue unos beneficios– induciéndoles un canon, por ello parte de prototipos. El biopoder es una estructura neurótica que tiende al orden taxonómico de los cuerpos (aptitud o defecto). La autoconstrucción, en cambio, edifica un método con el que devenir máquina, devenir cíborg, implica dejar atrás los antiguos dualismos: cuerpo-mente, masculino-femenino, enfermo-sano, cuerdo-alienado, capacitado-discapacitado. Máquinas autoconstruidas son boca-riñón, mano-intestino, pie-vulva-ano; sin orden ni dominio. Hablamos de un cuerpo cercano al psicótico, en metamorfosis constante, donde florecen nuevas percepciones e interpretaciones.

En todas partes, máquinas productoras o deseantes, las máquinas esquizofrénicas: yo y no-yo, exterior e interior, ya no quieren decir nada.  

Frente al prototipo neurótico, representación psicótica en espectro.

Interconectividad

“No man is an island, no country by itself” ha sido una de las referencias más citadas a lo largo del proceso del Brexit. Cuando su significadoen el que no nos vamos a detener- aterriza en el estrato de lo corporal, puede llevar a deducir que lo anatómico ha cobrado el centro de atención en el plano representativo. Pero nuestras máquinas se engranan a base de saliva, sangre, linfa y fluidos; están conectadas por sinapsis iónicas, hormonas, neurotransmisores. Se articulan para conformar una vasta red de interconectividad, tanto a nivel intra como intercorporal (relación y vínculo).

El biopoder, en cambio, no olvida este entorno y, a través de la educación y el mito –Adán y Eva, Electra y Edipo–, domina a los cuerpos con dinámicas de exigencia-recompensa, ofensa-castigo. Aparecen, así, las diadas neuróticas de imposición-sumisión o sadomasoquismo. Sus resultados directos: noradrenalina-ansiedad, serotonina-depresión, dopamina-condicionamiento (adicción) y, en decisivas situaciones, incluso suicidio. También impone su arquetipo en la sexualidad, con una rigidez neurótica limita a la testosterona dentro de su masculinidad y al estrógeno en lo femino, así como señala al no-binario como disfórico o difuso en identidad.

Frente al cisheteropatriarcal Edipo erigimos la transversalidad de Orlando (de Virgina Wolf, representado por June Crespo), quien viene acompañado por un rizoma de fragmentos-máquinas-fluidos-cuerpos que van convergiendo y articulándose en esta exposición. Vienen regidos por una corporalidad orgánica, neuroquímica y hormonal que propone biocódigos libres y abiertos, circuitos de interconectividad, como sumidos en un trance drogo-inducido: serotonina-psicosis, dopamina-psicosis, noradrenalina-psicosis.

Con este esquema fragmento-máquina-interconectividad (hormona, neurotransmisor, fluido), invitamos en esta exposición a las representaciones universales. Contra las influencias que el biopoder neurótico ejerce sobre el cuerpo, las obras edifican una alternativa basada en la corporalidad del esquizofrénico, que se articula y desintegra según su propia visión del mundo. Nos encontramos, entonces, ante un taller de máquinas-cuerpo o banco de fragmentos corporales expuestos para autoconstruir propias subjetividades. Son representaciones de otras formas de vida y de acoplarse al mundo que proponen una aproximación a “lo real” como “lo relativo” y conceden espacio a aquellos cuerpos a los que la Historia ha omitido.